21 ago. 2006

La Gastronomia no es puro cuento IV (por Karina Pugh Cocinera y amiga)




A esta niña le gusta la pasta
"Pasta, esa comida prodigiosa que cambia de sabor con sólo cambiar de forma"
(Gabriel García Márquez).
Estaba deprimida, lloraba todo el día. Ni las plantas preciosas del jardín, llenas de flores, ni los helados con jalea que mi mamá siempre me compraba, ni ver El Chavo del 8 en la televisión me aliviaba. Extrañaba a mi abuelita, a mi tía, a mi hermanito, a mi papá, extrañaba mis arepitas* con queso, mis empanaditas* de cazón, extrañaba a mis amigos. Tenía 5 años y estaba lejos de todo, acompañando a mi mamá, a quien se le asignó un proyecto internacional en un precioso y volcánico país de Centroamérica, y ya habían pasado meses.Mi mamá, que siempre ha sabido leer mi alma, sabía que estaba triste y me complacía en todo, me llevaba de paseo, me inscribió en clases de ballet que me iluminaron el espíritu, dormía y jugaba conmigo...pero aun así, seguía triste. Yo no sabía explicarlo, a los 4 años, todavía las palabras depresión o ansiedad no existían en mi diccionario (la adolescencia se encargó de incluirlas). Pero ahí estaban, en mi estómago, haciéndose sentir como un nudo doloroso.La comida era un drama, nada me entusiasmaba, me puse inapetente. En el menú diario había sopas amenazantes, arroces que me esperaban desaliñados, piernas de pollo que estaban exhaustas, ensaladas que me susurraban sarcasmos, pescados de mirada insolente. Nada me gustaba, pero no sabía cómo explicarlo.Un día, tuve una revelación...extrañaba, sobre todo, la pasta que hacía mi tía. Una pasta robusta, llena de sabor, con salsas aromáticas y aterciopeladas que acariciaban mi paladar. Extrañaba que me invitara a cocinar con ella, a verla cortar las hierbas y a inventarle nombres a los platos que, como curiosa coincidencia, todos terminaban llamándose... ''A la Karina''. Cuando descubrí mi mayor nostalgia, cuando supe que eran esos sabores los que me hacían sentir en casa, se lo dije a mi mamá. Ella, entre enternecida y confusa, lo primero por madre comprensiva, lo segundo, por cocinera inexperta, me prometió que me haría un plato de pasta idéntico a los de mi tía. ''Con granitos de maíz'', le supliqué, ''Con granitos de maíz'', me aseguró.Y era todo un reto hacer una pasta como las de mi tía, ella era una experta, y mi mamá no sabía hervir agua. Pero, algo sucedió, no sé si se comunicaron por carta (¡lo útil que hubiera sido Internet en aquella época!), no sé si mi mamá se asesoró con libros, o si pidió la bendición de algún ángel cocinero, lo cierto fue que fuimos a un mercado, llenas de entusiasmo, a comprar los ingredientes para ''...la pasta más rica que te comerás en tu vida, Kary''. Mi pobre madre entró en la cocina, e hizo justo lo que tenía que hacer, pedir un milagro para ella y su hija deprimida. Yo la miraba cocinar mientras me hipnotizaba el aroma del ajo salteándose en el aceite y suspiraba por el queso parmesano. Contó los minutos exactos de cocción de la pasta, agregó la sal midiendo las pizcas, sedujo cada vermiccelli con abrazos de mantequilla, hasta que finalmente, mi pasta estaba lista.Mi mamá invitó a sus amigos a comer, todos disfrutaron de la deliciosa creación de sus manos arriesgadas, pero quien salió mas favorecida fui yo, cuando al primer bocado volvió a entrar en mi cuerpo el calor de mi hogar, los mimos de mi tía, las historias de mi abuelita, los ojos claros de mi hermanito, la risa escandalosa de mi papá... Y sobre todo, la profunda, incondicional y eterna complicidad de mi mamá, quien se convirtió en cocinera para devolverle la sonrisa a su hija.*Arepitas. Pan circular hecho con masa de maíz precocido, tradicional venezolano.*Empanadas de cazón. Sobres fritos hechos de masa de maíz, rellenos con cazón estofado.

Vermiccellis contra las tristezas infantiles (para 2 personas, la mamá y el retoño triste)
250 grs de vermiccelli6 litros de agua hirviendo
50 gramos de tocineta (beicon) finamente rebanada
3 cucharadas de aceite3 cucharadas de mantequilla100 grs de granos de maiz tierno cocidos
500 ml de crema de leche
2 dientes de ajo
Una pizca de pimienta blanca (usar con discreción, pues los paladares infantiles huyen de los ardores pimentosos)
sal al gusto
perejil finamente picado para guarnecer
Queso parmesano rallado al momento
1. Cocinar los vermiccelli en el agua hirviendo con sal, removiendo con frecuencia y hasta que esté al dente. Colar y untar mantequilla.
2. Saltear la tocineta en el aceite hasta dorar, incorporar el ajo finamente picado y los granos de maíz.
3. Agregar la crema de leche, sazonar con la pimienta y la sal. Dejar cocinar durante pocos minutos.
4. Servir la salsa sobre la pasta y bañar con el perejil y el queso.
5. Comer con el retoño triste y comprobar su transformación en un retoño feliz

2 comentarios:

Unknown dijo...

Que lindo este cuento!!!

Karina Pugh Briceño dijo...

Gracias, por tus palabras, Andreína

Cada vez que escribo algo, yo necesito tener un sustento en la verdad, muchas veces novelo un hecho verídico para narrarlo, pero esta vez, todo lo que leíste ocurió tal cual. Es un recuerdo de mi niñez tan vívido que aún recuerdo el consuelo que me produjo comer este plato hecho por mi mamá.

De nuevo te doy las gracias