Cuando yo sea grande, voy a ser cocinera
No sé porqué siempre lo hace, mi hermanito siempre consigue los regalos que el Nińo Jesús nos trae, supuestamente en combinación maquiavélica con Santa Claus, y yo me siento tan culpable porque, a mis 9 ańos, ya sé que ese es un cuento y que es mi mamá, la que, trabajando hasta el cansancio y haciendo milagros con el dinero, nos compra los regalitos.
Eso sí, jamás ha acertado, mi pobre mamá, tan ingenua, cree que una barbie rubia me hace feliz, o que un caballo con alas, unos peligrosos patines o un aburridísimo juego de té de loza, pueden entusiasmarme. Cuando mi más anhelado tesoro es, una cocinita de juguete.
Cada vez que veo una en la juguetería se me van los ojos, me encanta la idea de hacer comidita de verdad en mi casa. Cuando el fastidioso de mi hermanito me aburre con sus muńecos galácticos, sus rayos fotónicos y sus cuentos de guerras y soldados mal heridos, yo me refugio en el calor de la cocina de mi mami. Hay tantas cosas divertidas allí, por ejemplo, esa delicia de leche en polvo y azúcar que preparo a escondidas, o la mezcla divertida de zanahorias ralladas con jugo de limón y miel, o esa cosa mágica de convertir claras de huevo y azúcar en merengue, que pinto de colores, eso es lo que me hace feliz.
Tal vez mi mamá, una intelectual, una mujer liberada, una librepensadora (esa palabra me encanta), espera para mí, futuros más relacionados con las letras que con las sartenes, aunque también me gustan los libros (y El Principito ya casi me lo sé de memoria) lo que yo quiero es una cocinita.
Mi hermano me dice que vaya al desván, que acaba de encontrar los regalos envueltos. Yo voy, desilusionada tanto por la falta de ingenuidad del nińo como por la sospecha de que mi mami esta vez tampoco me compró el juguete tan ansiado. Me acerco sin muchas ganas, porque él está tratando de abrir su regalo sin dejar huellas.
Hay, esta vez, varios regalos para cada uno. Yo supongo que mi mamá envolvió para mí varios libros y alguna muńeca, lo que me da una curiosidad tremenda y al mismo tiempo ternura por ella, que quiere que su hija se eduque.
Mi hermano es presa de un estado casi místico, acaba de descubrir que el Nińo Jesús le trae de regalo un reloj que se convierte en robot, un mamotreto que sólo él sabrá hacer funcionar y que, además de darle la hora, se convierte en un juguete con pinta de lagartija, o de cohete, o de ambas cosas a la vez.
Yo miro, muerta de la risa, cómo empieza a bailar por toda la casa, aprovechándose de que estamos solos y que puede dar rienda suelta a su felicidad, da brinquitos de alegría mientras me dice que abra mis regalos. Yo, que me asusto con las sorpresas, le digo que no, que me aguanto la curiosidad hasta mańana. Él, impaciente replica, que si no los abro yo, los abre él, accedo y casi de reojo, miro como con sus deditos diestros en abrir regalos sin que se note, revolotean sobre una caja envuelta en un papel de estrellitas. Mi ansiedad es inmensa, y me escudo en la valentía de mi hermanito, quien pone cara de extrańeza cuando ve por el costado de la caja que no son libros, ni una muńeca, ni un juego de té.
Me dice, con algo de piedad en su voz, que no cree que me vaya a gustar esto, que la verdad, es él, y solo él, el hijo favorito de mi mamá. Yo no puedo evitar la carcajada, porque cuando lo dice, entorna los ojos y sus crespos dorados brillan por un rayo de sol que entra por la ventana.
Veo la caja, en letras rosadas dice para nińas de ocho a doce ańos yo me alegro de tener nueve y me siento grandota y sabihonda, estiro con cuidado el papel, temerosa de arruinarle la sorpresa a mi mamá, la única que cree en esta casa que sorprenderá a alguien. Ante mis ojos se revela un milagro, Ąuna cocinita de cuatro hornillas que enciende de verdad, con sus accesorios y un recetario con 20 recetas para jugar y disfrutar y con una tarjeta que dice Para mi nińa linda!
Antes de dormirme, mi mami entra a mi cuarto a darme el beso de las buenas noches, y mientras lo hace, un río de amor corre en mi corazón por ella, que supo leer mi alma e hizo mi sueńo realidad. Lo que no sabe es que está abonando las flores multicolores y perfumadas de mi vocación, porque, cuando yo sea grande, voy a ser cocinera.
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