28 abr. 2012

Un restaurante para Morir


No es el Noma. No es Arzak. Ni siquiera es elBulli, aunque reabriera sus puertas. El restaurante al que mataría por ir en estos momentos es el Heart Attack Grill, una hamburguesería de Las Vegas con una pinta espantosa y una clientela horrible. Me encantaría visitarlo porque posee dos récords que ya quisieran para sí nuestros super­chefs: sirve el bocadillo más calórico del mundo, la Quadruple Bypass Burger (unas 10.000 calorías), y posiblemente es el establecimiento donde más jamacucos sufre la gente por lo que come.

El principal reclamo del Asador del Ataque al Corazón es su insalubridad. “Este establecimiento es malo para tu salud”, avisa un letrero en su interior. El menú te tapona las arterias solo de leerlo: hamburguesazas de cuatro pisos con kilos de beicon y chorreantes de salsas, patatas fritas en manteca de cerdo, batidos con nata 300% M.G., alcohol y cigarrillos sin filtro. Las camareras van disfrazadas de enfermeras; el dueño, de médico, y a los clientes les ponen esa especie de camisones abiertos por detrás tan típicos de los hospitales americanos.

El restaurante se quedaría en la típica patochada de parque temático de Las Vegas si no fuera porque cumple lo que promete. El portavoz del local, un tipo de 260 kilos de peso, marcó el ejemplo a seguir muriéndose el año pasado, a los 29 años. En febrero, un hombre tuvo que ser llevado de la hamburguesería al hospital tras sufrir un ataque al corazón, y eso que solo había tomado una Bypass triple. La semana pasada, una mujer colapsó en el recinto tras comer, fumar y beber margaritas como una posesa.

Lejos de frenar el negocio, apuesto a que estos casos lo van a hacer todavía más popular. El riesgo de que te dé un chungo en mitad de la hamburguesa tiene ese qué sé yo de la ruleta rusa, y atraerá a los amantes de las emociones XL. Por otro lado, con todo lo abominable que pueda parecer la oferta gastronómica del Heart Attack, creo que sus promotores han comprendido un hecho esencial: en una época obsesionada por la salud y la longevidad, no hay nada más transgresor que jugártela comiendo guarradas. Y cuanto más cerdas, mejor. Castigar a tu organismo con una orgía de mal comportamiento alimentario es hoy lo que era tomar drogas en los sesenta y los setenta: un placentero pero autodestructivo corte de mangas al sistema.

Via: http://elpais.com/elpais/2012/04/27/gente/1335534772_434617.html

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